lunes, 21 de diciembre de 2009

Una exposición homenajea a la helvética, la tipografía más usada.

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Neutra. Sobria. Simple y legible, para unos. Y sin carácter, para otros. Así es la helvética, la tipografía más usada en el diseño gráfico y la imagen comparativa durante la segunda mitad del siglo XX, y a la que el Disseny Hub Barcelona (Dhub) le rinde homenaje (hasta el 7 de febrero) con una pequeña pero completa exposición que, además de mostrar su historia y utilización, pretende ser didáctica.
Pero, ¿qué tiene la helvética para que merezca tratamiento de estrella? «Calidad y perfeccionamiento», responde Claret Serrahima, presidente de la Fundació Comunicació Gráfica, entidad promotora de la muestra. Y añade: «Está muy bien hecha y es muy equilibrada. Los espacios entre caracteres son perfectos. Es la letra más legible y comprensible de todas las tipografías contemporáneas». Pero la perfección no surge de la nada sino que es fruto de todo un progreso. En este caso, «la línea conductora es la tipografía de palo seco que se va perfeccionando hasta llegar a la helvética, el final de esta familia», explica Serrahima.

LOS ORÍGENES / Las tipografías de palo seco –también reciben el nombre de grotescas– son aquellas que no descansan sobre un pie como las llamadas romanas (Times, Bodoni y Garamond, entre otras) y surgen, a finales del XIX, como reacción a estas, que eran rebuscadas y decorativas, casi caligráficas, porque trabajaban sobre todo la estética. «Fue un cambio radical», afirma Serrahima, «que empezó en 1880, cuando Ferdinand Theinhardt diseñó la fuente Royal Grotesck para utilizarla en los textos científicos de la Real Academia Prusiana de las Ciencias». En 1858, se produjo otro paso importante: apareció la Akzidenz Grotesk, una evolución de la anterior. Esta fue la primera grotesca de uso masivo al ser la preferida del movimiento de la Bauhaus y del llamado estilo suizo. El salto definitivo, después de diferentes evoluciones, fue en 1957, cuando Max Miedinger diseñó la Neue Haas Grotesk, que en 1963 pasó a llamarse helvética (el femenino del adjetivo suizo en latín) en honor al país donde se había creado.
A partir de la década de los 60 y 70, los diseñadores gráficos empezaron a utilizarla en sus trabajos de forma cotidiana, de manera que además de convertirse en una de las tipografías del estilo internacional, se convirtió en la tipografía más utilizada de todos los tiempos, sobre todo en las imágenes corporativas. De manera que empresas tan diferentes como Lufthansa, Prosegur y Desigual comparten tipografía con las señales de Barcelona y con la cabecera de EL PERIÓDICO. Hasta llegar a la actualidad ha habido subidas y bajadas en su uso, pero nunca ha perdido su carácter transversal: «La utilizan tanto los modernos como los clásicos», asegura Serrahima.

ENTRE EL AMOR Y EL ODIO / Una de las claves de su éxito reside en que su aspecto neutral y poco invasivo aporta, seriedad, rigor y solvencia. Las mismas características que le critican sus detractores, que la consideran aburrida y sin carácter. Porque esta tipografía, como todas las cosas que triunfan, tiene tantos admiradores como críticos. Quizá por eso la exposición dedica todo un apartado a reproducir frases célebres a favor y en contra de la tipografía, como: «En cierto modo, los Beatles son la helvética del pop, así como la helvética es los Beatles de la tipografía», de Danny van den Dungen, o «Cuando estudiaba diseño gráfico, entre 1967 y 1972, la helvética era omnipresente. Mi meta era no emplearla», de Niklaus Troxler.
Serrahima es mucho más pragmático: «Todo el mundo la critica, pero todo el mundo la utiliza».


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