El modista más exitoso de los últimos 15 años debutó como cineasta en el Festival de Venecia con A single man. Haber resucitado Gucci o YSL parece hoy un juego de niños: lo que Tom Ford quiere ahora es ser artista.
Habitación 326 del hotel Excelsior, Lido de Venecia. La puerta está cerrada pero un gallinero silencioso bulle en la entrada: cuatro tipos se apretujan en un sofá negro a pocos metros de la puerta. Gritan en susurros y mueven las manos como si estuvieran poseídos por las protagonistas de Sexo en Nueva York. Gafas imposibles, chalecos y zapatos lustrosos completan la escena. Sí, señor: un séquito en toda regla.
Tras la puerta se esconde Tom Ford (1961, Austin, Tejas), Dios de la moda e ídolo dorado de cualquier fashion victim que se precie. Ha vuelto a Italia, cinco años después de abandonar el imperio que él mismo forjó para Gucci, en una misión divina: presentar su primera película, A single man, la historia de un profesor de literatura que acaba de perder a su novio.
Ford luce un impecable traje negro, unas impecables botas de piel y una cuidadísima —y por supuesto impecable— barba de cinco días. El modista podría ser uno de esos casos en que él pone la cara y otros el talento, pero viéndole moverse por la habitación como quien levita sobre las aguas se entiende por fin con claridad el concepto “envidia”.
EP3. Para ser sincero, la crítica esperaba algo mucho más amateur. Sin embargo, les ha sorprendido con un estilo muy marcado, ¿de dónde proviene?
Tom Ford. De alguna manera, la mayoría proviene del mundo de la moda: hace mucho que tomo mis propias fotografías. Estoy acostumbrado a encuadrar, a comunicar utilizando una imagen, no una película, sino una imagen fija. Ahora bien, lo que la gente no entiende es que la moda es narrativa. Una pasarela, por ejemplo: tienes 30 minutos para convencer a la gente de algo, no es sólo ropa. Quizás para la gente que no está relacionada con la industria puede parecer otra cosa, pero para los que estamos dentro, se trata de crear un nuevo estado de ánimo.
EP3. Pero el cine parece un universo completamente diferente…
T. F. No, en absoluto. En moda tienes que tener una idea, una visión. Luego, comunicarla a un grupo de técnicos, inspirarlos, guiarlos y llevarlos hasta tu visión. Es muy semejante a dirigir una película. Pero lo más importante siguen siendo la visión y la pasión. Yo me considero un tipo muy pragmático: si no entiendo algo o creo que no voy a hacerlo todo lo bien que debería, pido ayuda y aprendo cómo hacerlo. Dicho esto: hay cosas que no puedes aprender. O tienes algo que decir o no lo tienes [encuadra con las manos al periodista y las mueve alrededor de su rostro en el típico gesto de director de cine]. ¿Me entiendes? Debes tener algo que decir.
EP3. Aun así, su experiencia en cine es cero.
T. F. Bueno, solía actuar en anuncios. Hice un montón de anuncios [risas]. Yo era el chico de 17 años más famoso de mi país: vendía sopas, barras de chocolate, hamburguesas del McDonald’s, etcétera. Pero en cierto momento empecé a tomar clases de actuación porque quería convertirme en actor y entendí cómo había que construir ciertas escenas. Entendí el proceso por el que pasa un actor. Así que me siento muy cómodo trabajando con ellos. Lo cierto es que durante mucho tiempo he querido dirigir, sentía la necesidad de tener una carrera paralela como director de cine. Pero tardé tiempo en descifrar qué es lo que realmente quería decir, ¿quién diablos va a querer ver una película de Tom Ford? ¿A quién le importa? [sonríe]. A mí me gustan las películas que te desafían, que te provocan: ésas son las que me motivan como espectador y eso es lo que he tratado de comunicar con A single man.
EP3. ¿Por qué tantos primeros planos? ¿No sabe que ya nadie los utiliza?
T. F. [Carcajadas] ¡Nadie los utiliza porque ya nadie habla en las películas! Por favor [vuelve a poner las manos en posición de realizador y susurra]: deja que la cámara se pose en el actor, déjale hablar, ésa es la clase de película que quería hacer.
EP3. ¿Y esos planos constantes centrados en los ojos de sus protagonistas?
T. F. Esta película gira en torno a una cierta clase de espiritualidad, trata de conectar con el alma de otros, y utilizo ese recurso [vuelve a adoptar la pose de director] para mostrar [se acerca mucho al rostro del periodista] un sentimiento, una sensación. Ya sabes lo que dicen: los ojos son los espejos del alma. Y George [el personaje de Colin Firth], que está viviendo su último día [empieza a arrastrar las palabras], realmente siente que puede ver el alma de los que le rodean, que está conectando con ellos.
EP3. ¿Qué tiene de autobiográfico A single man?
T. F. ¿Qué edad tienes?
EP3. 38.
T. F. Qué joven.Yo soy 10 años más viejo. ¿Has tenido lo que llamamos crisis de la mediana edad? Ahora no recuerdo tu pregunta. Ah sí, la cuestión es que yo tuve éxito cuando era prácticamente un adolescente, un montón de pasta, un novio con el que ya llevo 20 años, dos perros preciosos que salen en la película… En fin, que ahora siento la necesidad de desconectarme un poco de todo ese mundo materialista y conectarme con el universo de un modo más espiritual. Como George.
EP3. ¿No tiene miedo de la exposición que supone hacer una película? Ya sabe, en la moda se fijan cuatro, pero el cine…
T. F. [Risas] ¡No le digas eso a la gente de la moda! La verdad es que tengo miedo de lo de mañana por la noche [la película iba a estrenarse en el festival de Venecia]. La primera vez que la vi fue con Richard [Buckley, su novio] y diez amigos. Era una copia primeriza del filme y recuerdo que pensé: “Oh, Dios mío, voy a vomitar”. Creo que nunca lo he pasado tan mal en mi vida, que nunca había estado tan asustado.
EP3. Entonces, ¿esto no se va a quedar en un intento, pretende ser cineasta?
T. F. ¡Sí! La moda paga mis facturas y con el cine puedo expresar algo. La moda es un arte comercial, aunque algunos crean que es un arte se equivocan: es un arte comercial. Con el cine no quiero ser comercial, pretendo comunicar algo.
EP3. ¿Cómo definiría su filme? Es curioso que haya tanta pasión pero nada de sexo.
T. F. Es una película sobre el amor. La mayoría de libros de Christopher Isherwood son autobiográficos: él era gay. Pero si cambiases a uno de sus personajes y lo convirtieras en una historia heterosexual seguiría funcionando. Así que no diría que es una película sobre un gay, diría que es una película sobre el amor, una historia romántica. Es sobre el amor. Tú puedes tener sexo y es sexo: es como un masaje, no significa nada para tu alma. En cambio, puedes tener sexo y amor juntos, cuando tienes sexo con alguien que amas. Y puedes simplemente querer a alguien. El propósito de esta película no es que veas a alguien follando o que tengas una erección: como he dicho, es una película romántica. Es lo que quería hacer y lo que he hecho.
info: El País
No hay comentarios:
Publicar un comentario