.- Los gestores del famoso puente aprueban por fin la instalación de una red para acabar con la alarmante estadística de suicidios.
.- Más de 1.200 personas se han lanzado a la bahía de San Francisco desde 1937.
Eran los tiempos en que el Golden Gate estaba recién terminado; el ingeniero jefe Joseph Strauss seguía concediendo entrevistas, hablando del gigante que había creado, recordando con deleite la tarde en que había presentado el proyecto; hasta que alguien --alguien con un sutil olfato-- le dijo que, por otro lado, también había engendrado un nuevo abismo, un imponente monumento al vacío, y le planteó sin más el tema de los suicidios. El ingeniero jefe, a juzgar por sus palabras, debió de mirarlo con increíble desdén. "¿Y quién querría saltar desde allí?", preguntó. Strauss no vivió lo suficiente para saber la respuesta. Nunca pudo tragarse sus palabras. Siete décadas más tarde, su pregunta suena a broma: más de 1.200 personas se han tirado a la bahía de San Francisco en busca de la muerte. Y el cálculo es muy conservador.
Corazones estéticos
"La grandeza fatal del Golden Gate", escribió hace unos años Tad Friend, redactor de plantilla de la revista The New Yorker, refiriéndose al puente que los años y cierto macabro atractivo han convertido en el lugar donde más gente se suicida. Del mundo. Esa condición, tan patente que dio lugar a frivolidades como la Asociación de Saltadores del Golden Gate --una especie de club de apuestas sobre cuándo se iba a producir el siguiente salto--, no vino a tocar la fibra sensible de las autoridades competentes sino al cabo de 20 años, en la década de los 50, cuando se habló por primera vez de la necesidad de hacer algo. Pero ha tenido que pasar más de medio siglo --y lanzarse al vacío más de 800 personas-- para que la junta directiva encargada de gestionar el puente tome finalmente una decisión. Sus corazones estéticos, reacios a alterar el aspecto original de la obra, a arruinar su atractivo con una red, o una valla, o cualquier dispositivo capaz de restarle encanto, han cedido. El Golden será más feo. Pero también será menos fúnebre.
Desde que fue inaugurado, en 1937, el puente de la bahía de San Francisco ha sido un imán para los suicidas. "Saltar desde el Golden Gate es considerado algo seguro, rápido, limpio y accesible", dijo alguna vez el psiquiatra de San Francisco y experto en suicidios Jerome Motto, quien acuñó la frase que suele citarse cuando el tema sale a colación: "Es como tener una pistola cargada en la mesa de la cocina".
Lanzarse al vacío desde el Golden Gate es tan fácil que los suicidas solo tienen que sortear dos ridículos obstáculos: una valla de poco más de un metro, primero, y luego una viga horizontal de 80 centímetros de ancho que en realidad no es obstáculo, sino lugar de despedida, o arrepentimiento; de pensamientos atroces, en todo caso. En San Francisco la conocen como "la cuerda": el escalón final antes de la nada. Setenta metros más abajo están las aguas heladas y repletas de tiburones de la bahía de San Francisco. La caída dura cuatro segundos, y el golpe contra el agua es mortal: los destroza. Los que no mueren en el acto se hunden tanto que acaban por ahogarse.
Cuentan que el primer suicidio tuvo lugar tres semanas después de la inauguración, cuando un veterano de la primera guerra se lanzó por encima de la valla al grito de "hasta aquí llego". Desde entonces, el promedio es de uno cada dos semanas. Las estadísticas oficiales recogen más de 1.200 muertos, pero se limitan a registrar a los suicidas diurnos; nadie sabe cuántas personas se han tirado de noche, cuando la estructura se cierra a los peatones y cuando es más que probable que las mareas arrastren los cuerpos mar adentro.
Una irrefutable prueba del rechazo visceral que suscitaba la colocación de cualquier dispositivo antisuicidios la dio alguna vez Mervin Lewis, supervisor jefe del puente a comienzos de los 50, quien dijo que era preferible que los desesperados se lanzaran del Golden y no de la terraza de algún edificio, pues allí "podrían matar a alguien más".
info: El Periodico de Cataluña.
Ya que lo lees cada dia aqui tienes información que no encontraras en los libros ;). Noticia publicada el dia 19 de Octubre de 2008.
Corazones estéticos
"La grandeza fatal del Golden Gate", escribió hace unos años Tad Friend, redactor de plantilla de la revista The New Yorker, refiriéndose al puente que los años y cierto macabro atractivo han convertido en el lugar donde más gente se suicida. Del mundo. Esa condición, tan patente que dio lugar a frivolidades como la Asociación de Saltadores del Golden Gate --una especie de club de apuestas sobre cuándo se iba a producir el siguiente salto--, no vino a tocar la fibra sensible de las autoridades competentes sino al cabo de 20 años, en la década de los 50, cuando se habló por primera vez de la necesidad de hacer algo. Pero ha tenido que pasar más de medio siglo --y lanzarse al vacío más de 800 personas-- para que la junta directiva encargada de gestionar el puente tome finalmente una decisión. Sus corazones estéticos, reacios a alterar el aspecto original de la obra, a arruinar su atractivo con una red, o una valla, o cualquier dispositivo capaz de restarle encanto, han cedido. El Golden será más feo. Pero también será menos fúnebre.
Desde que fue inaugurado, en 1937, el puente de la bahía de San Francisco ha sido un imán para los suicidas. "Saltar desde el Golden Gate es considerado algo seguro, rápido, limpio y accesible", dijo alguna vez el psiquiatra de San Francisco y experto en suicidios Jerome Motto, quien acuñó la frase que suele citarse cuando el tema sale a colación: "Es como tener una pistola cargada en la mesa de la cocina".
Lanzarse al vacío desde el Golden Gate es tan fácil que los suicidas solo tienen que sortear dos ridículos obstáculos: una valla de poco más de un metro, primero, y luego una viga horizontal de 80 centímetros de ancho que en realidad no es obstáculo, sino lugar de despedida, o arrepentimiento; de pensamientos atroces, en todo caso. En San Francisco la conocen como "la cuerda": el escalón final antes de la nada. Setenta metros más abajo están las aguas heladas y repletas de tiburones de la bahía de San Francisco. La caída dura cuatro segundos, y el golpe contra el agua es mortal: los destroza. Los que no mueren en el acto se hunden tanto que acaban por ahogarse.
Cuentan que el primer suicidio tuvo lugar tres semanas después de la inauguración, cuando un veterano de la primera guerra se lanzó por encima de la valla al grito de "hasta aquí llego". Desde entonces, el promedio es de uno cada dos semanas. Las estadísticas oficiales recogen más de 1.200 muertos, pero se limitan a registrar a los suicidas diurnos; nadie sabe cuántas personas se han tirado de noche, cuando la estructura se cierra a los peatones y cuando es más que probable que las mareas arrastren los cuerpos mar adentro.
Una irrefutable prueba del rechazo visceral que suscitaba la colocación de cualquier dispositivo antisuicidios la dio alguna vez Mervin Lewis, supervisor jefe del puente a comienzos de los 50, quien dijo que era preferible que los desesperados se lanzaran del Golden y no de la terraza de algún edificio, pues allí "podrían matar a alguien más".
info: El Periodico de Cataluña.
Ya que lo lees cada dia aqui tienes información que no encontraras en los libros ;). Noticia publicada el dia 19 de Octubre de 2008.
1 comentario:
Y, mishuuuu! Gracias por lo foto del Golden Gate ;) Es muy xula!
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