sábado, 5 de septiembre de 2009

Coldplay funde poder y emoción en Montjuïc

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Creíamos que esto del rock de estadios era un coto cerrado dominado por los de siempre: U2, Springsteen, Madonna, Stones, AC/DC y vuelta a empezar. Pues ya no. Anoche, Coldplay se convirtió en el primer grupo crecido en el siglo XXI capaz de llenar un recinto prohibitivo como el Estadi Olímpic, con 63.500 localidades agotadas desde abril. Llenar en un sentido integral: no solo de público, sino de música, espectáculo y presente. El grupo londinense demostró que es posible motivar a un público multitudinario sin disponer de la base de un repertorio amplio; con canciones relativamente jóvenes, fechadas en esta década.
Chris Martin ha aprendido las lecciones del rock de estadios y ya no es el piano-man de otros tiempos, sino un líder que se enfrenta a las gradas con la convicción de tener entre las manos una misión suprema. Con él al frente, Coldplay se entregó al himno y la filigrana; el tuteo y el gigantismo. Algo así como Pink Floyd, U2 y Jeff Buckley; tres en uno. Un montaje elegante, sin excesos de nuevo rico: esferas suspendidas sobre las gradas; pantalla de leds, ristras de luces como árboles de Navidad y más insinuaciones que atropellos. Fue una noche rara para los anales del Estadi: el pase previo de The Flaming Lips figurará entre las más locas experiencias amparadas por tan noble construcción olímpica. Los de Oklahoma abrieron su kindergarten indie (globos, confeti, megáfono, disfraces de conejo, o algo así) sin grandes variaciones respecto a otras visitas. La extravagancia era verles allí, entre tanto cemento. Su rock psicotrópico culminó con Do you realize.

UN DISCO GRATIS / Si el show no causó la felicidad absoluta de los fans fue por los problemas de sonido que lo boicotearon desde el inicio, cuando fugaces cortes de sonido dañaron Life in technicolor y Violet hill. Luego, el volumen se redujo en Strawberry swing y God put a smile upon your face. Silbidos y quejas: «¡No se oye!»
Martin tomó la palabra. «Perdón por los problemas», dijo en castellano. Inoportunos fallos para un concierto que se grababa para un DVD. La sorpresa vino cuando el cantante anunció que a la salida del concierto se regalarían ejemplares de un disco en directo inédito. Así fue, y las copias de Left right left right left (con nueve canciones) volaron de las manos de los empleados del grupo en las salidas del Estadi Olímpic.


HEROISMO SENSIBLE / Pese las fisuras del audio, el show avanzó con puntos de anclaje como Clocks e In my place, donde Martin salió despedido del taburete del piano hasta la pasarela, dando tumbos y agitándose como una marioneta epiléptica. Momento rock star dislocado. Como el año pasado en el Sant Jordi, el contenido de Viva la vida or death and all his friends marcó la pauta y aportó una docena de canciones. Sonó Glass of water, del Prospekt’s march EP, y la cita a la Gnossienne n° 1, de Erik Satie.
Proporciones equilibradas de heroismo e intimismo, con unas gotas de entertainment: Viva la vida, con un Martin revolcándose por el suelo, un Green eyes acústico desde el centro de la pista y momentos de clímax con Politik y The scientist. El club del rock de estadios tiene un nuevo socio.

Escrito por JORDI BIANCIOTTO para El periódico de Cataluña.

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